El primer Punk en el ojo.
1981
Comenzaba a ebullecer el
punk en Inglaterra, el movimiento de urbana protesta, anti estética, rechazo a lo convencional, con cara mal humorada, actitud nihilista y con la más excéntrica indumentaria hacían presencia en Londres y sus alrededores.
La información que Estados Unidos difundía en plena guerra fría era lo que estaba a la mano, capitalizaba información y distorsionaba la restante ( lo sigue haciendo). Filtraba las cosas con un aderezo comercial, le barnizaban un adepto "más vendible" y así nos llegaban las cosas a México, por eso, cuando descubrías la originalidad, cruda, impactaba.
La información que Estados Unidos difundía en plena guerra fría era lo que estaba a la mano, capitalizaba información y distorsionaba la restante ( lo sigue haciendo). Filtraba las cosas con un aderezo comercial, le barnizaban un adepto "más vendible" y así nos llegaban las cosas a México, por eso, cuando descubrías la originalidad, cruda, impactaba.
Europa para los
latinos era la vanguardia. En esos tiempos, la brecha
de velocidad de comunicación comparada con la de éstos
tiempos, de celular e Internet, era tan lenta que se asumía con naturalidad su desfase de un par de años; sumando a ese rezago, la encerrada economía mexicana
con una muralla arancelaria, nos aislaba de muchas cosas, pero era más efectiva la capitalización de la información manipulada por Estados Unidos. En consecuencia a la guerra fría retardaba dos
años como mínimo en llegar el conocimiento de las nuevas tribus urbanas, la moda e información de las tendencias sociales. El punk se entendía con el antimaterialismo
expreso y un rasgo preponderante eran sus principios: el pesimismo, la flagelación; el sufrimiento en una
pesada nube de realismo crudo con apocalípticos presagios. La nube deambulaba en las
calles de Europa, en unas ciudades con mayor relevancia que en otras: Londres, Amsterdam, Dinamarca
y algunas ciudades del éste de Europa se incorporaban perfecto a la actitud de rebeldía
con gesto de desprecio.
Al llegar a Londres la conmoción de sorpresa ante su apariencia me sorprendió: una tribu urbana ataviada
en el más puro estilo de crudo realismo, flagelados en el rostro con broches, con los cabellos aglutinados en picos pintados en colores tristes y sangrientos
caminaban educadamente en la londinense cotidaniedad. Tomabán educadamente el
té estirando el dedo meñique y masticaban un elegante cokney; el flemático protocolo inglés, cuya excentricidad nata otorgaba un espacio, una urbanización que perdonaba los modales campestres del
lenguaje del east end londinense. En algunos de ellos de sus
bocas fluía un perfecto y flemático inglés, se mimetizaban con la cotidianeidad, y terminaban siendo ciudadanos con necesidades en busca de
un espacio, de un reconocimiento:
" ¡Hey aquí estamos, mírame y no me importa, soy yo! .
Coexisto en tu sociedad materialista de consumo, de esclavitud a la dinámica comercial, de pérdida de identidad, pero de hambre bien saciada".
En una reacción a esa predisposición al abandono de los ideales, de renuncia a lo que impedía la pureza de tu alma, de renuncia a lo vulgar, a lo de brillantes colores, reaccionaban tajantemente con luto ataviándose con color negro como condición imprescindible.
Era decir :
"¡Yo protesto, no estoy alegre, estoy encabronado!"
La música fue su himno, su mejor compañía y difusión de su discurso. Música de expresiones
crudas y como pasaporte musical, la guitarra eléctrica distorsionada, ruidosa,
de compases y tiempos rápidos.
" ¡Hey aquí estamos, mírame y no me importa, soy yo! .
Coexisto en tu sociedad materialista de consumo, de esclavitud a la dinámica comercial, de pérdida de identidad, pero de hambre bien saciada".
En una reacción a esa predisposición al abandono de los ideales, de renuncia a lo que impedía la pureza de tu alma, de renuncia a lo vulgar, a lo de brillantes colores, reaccionaban tajantemente con luto ataviándose con color negro como condición imprescindible.
Era decir :
"¡Yo protesto, no estoy alegre, estoy encabronado!"
La música fue su himno, su mejor compañía y difusión de su discurso.
Un agresivo garage rock,
con el bajo esclavizado celosamente a la línea del acorde; la batería truena con impactos con furia a tiempos
acelerados y la voz, expresada de manera violenta, desgarradora, de un momento a otro cambiaba de manera abrupta, un silencio, espacios con la batería marcaban un silencio de guitarras y la
voz se atrevía a formas más melódicas, estilizadas, exagerando al
terminar la dicción de la palabra, forzando incluso a modulaciones de voces infantiles, escolares, prepueriles, como si fuera una caricatura cantada. (I dont´want to go to school. Ramones)
Pagué un boleto para una obra de teatro, Los Miserables, la actuación y magnífica puesta en escena pasaban desapercibidas ante el espectáculo que otorgaban los moradores en las butacas, la mayoría tenía ese aire de individualismo como estandarte cotidiano de supervivencia adoptado con elegante estoicismo. Muy londinense.
Cuando el intermedio pausó la obra e invitó a salir a la dulcería y al área de bar, unos jóvenes en indumentaria y actitud punk, con alrededor de veinte años, descorchaban una botella de champagne y en caprichosas copas, con refinadas maneras, bebían el cristalino líquido, simulando beber oro translúcido.
Cuando el intermedio pausó la obra e invitó a salir a la dulcería y al área de bar, unos jóvenes en indumentaria y actitud punk, con alrededor de veinte años, descorchaban una botella de champagne y en caprichosas copas, con refinadas maneras, bebían el cristalino líquido, simulando beber oro translúcido.
Esa incongruencia, esas imágenes, reservaron un espacio de persistencia en mi mente.
Sid Vicious, de los sex pistols interpretando, My Way, "a su manera"